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El camino de mi vida.

  • Foto del escritor: Aloïa
    Aloïa
  • 27 nov 2017
  • 2 Min. de lectura


El camino de mi vida lo dibujé antes de nacer, pero poco a poco, es posible que lo haya olvidado. No tengo que seguirlo. Si me pierdo, puedo encontrarlo en cualquier momento. Soy el único que lo conoce, pero tal vez puse esta información en la parte de atrás de un cajón en el ático. Hoy siento la necesidad de encontrarlo, así que todo se pondrá en marcha para que pueda hacerlo. Estoy solo a bordo. Depende de mí decidir quitar las cajas que bloquean la puerta del ático, girar la llave en la cerradura, subir las escaleras, abrir una segunda puerta, despejar el pasaje para encontrar el armario, abrir el cajón, sacar lo que hay dentro. El trabajo se hace con lentitud, porque a medida que avanzo tengo que resolver lo que hay en las cajas, ¿qué bloquea el paso?, ¿qué hay en el armario?, ¿qué hay en el cajón?... Ordenar los objetos de mis antepasados: tirar a la basura lo que no me conciernen, preservando y destacando lo que me alimenta. Ordenar también los objetos que yo he acumulado en el ático, los que me abarrotan y los que son útiles para mí. Mi progreso es más fácil si quito progresivamente, las telarañas, el polvo... Poco a poco, me doy cuenta que es el camino al cajón lo que es realmente importante. Puedo estar acompañado, guiado, por alguien que me anima a seguir adelante, que me señala que hay una rampa en las escaleras, alguien que me dice dónde está la llave de la puerta, que sostiene la lámpara, que me acerca la escoba, el paño de polvo, alguien que me toma en sus brazos y me tranquiliza si tengo miedo, que ilumina el interior del armario hasta que descubro que tengo mi propia lámpara en el bolsillo... Una vez hecho el trabajo, me doy cuenta que el ático es hermoso, que gracias a todo el espacio que he hecho, podré poner muebles nuevos y cosas bonitas. Y que ahora es un lugar de serenidad. Por supuesto, tendré que mantenerlo, quitar el polvo, entrar en el hábito de ordenar las cosas a medida que voy avanzando, evacuar directamente lo que no me conviene en lugar de ponerlo en una esquina para "cuidarlo más tarde". Todos los que puedan ayudarme vendrán a su vez, justo cuando necesite su ayuda. No son necesariamente personas físicas, también puede ser una frase leída en un periódico, un libro tomado "al azar", un mensaje escrito en una pared en la calle, una circunstancia especial... Al escuchar todos estos signos, me muevo más fácilmente. Lo voluminoso, las telarañas, el polvo son: mi condicionamientos, mis miedos, mis certezas... Los objetos innecesarios guardados son las obligaciones que hice o heredé: "Debo, debe... ». "Les deseo a cada uno de ustedes una hermosa manera de volver a Sí mismos ».





 
 
 

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"Una sesión (tambor, relajación, magnetismo,  etc.) no sustituye la consulta de un médico". 

Dominique Pélissier, naturópata.

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